[vc_row][vc_column][vc_tta_accordion][vc_tta_section title=”Antecedentes Históricos” tab_id=”1539268940213-805e598b-0583″][vc_column_text]Esta especialidad del psicoanálisis se inicia a comienzos del siglo veinte con dos analistas pioneras: Ana Freud (Viena) y Melanie Klein (Berlin). Otros brillantes psicoanalistas han continuado haciendo aportes a la teoría y la técnica; entre otros, Donald Winnicot, Francis Tustin y Esther Bick, en Inglaterra; Margaret Mahler, Melitta Sperling y Peter Blos en USA.

Desde los años sesenta existe en Chile un grupo de psiquiatras y psicólogos de niños que pertenecieron al Servicio de Psiquiatría Infantil del Hospital Calvo Mackenna, dirigido por el Dr. Guillermo Altamirano, psiquiatra infantil y psicoanalista, formado en USA. Ellos constituyen el primer grupo de profesionales que se forma en esta especialidad. Pertenecen a éste, el Dr. Mario Gomberoff, las Dras. Carmen Noemi, Mónica Bruzzone, Gloria Muñoz y Elena Castro, y la Psicóloga Liliana Pualuan. La formación de este grupo está a cargo de la Dra. Erika Guzman, analista chilena y de analistas extranjeras. Entre ellas está la Dra. Aurora Pérez, de Argentina, quien realiza visitas regulares para tratar temas teóricos y clínicos durante 4 años. También Ruth Riesenberg de Inglaterra, Paulina Kernberg de USA y Luciana Bon de Matte, de Italia, contribuyen a la formación en forma esporádica.

El Dr. Mario Gomberoff y la psicóloga Liliana Pualuan, crean el primer programa de formación de Psicoanalistas de Niños y Adolescentes, que es aprobado en 1995. Este programa ha funcionado regularmente hasta la fecha.
A mediados del año 2000 la Asociación Psicoanalítica Internacional, reconoce oficialmente al Comité de Niños y Adolescentes de la APCH. Son aprobados como especialistas de Psicoanálisis Infantil las Dras. Mónica Bruzzone, Elena Castro Gloria Muñoz, la Psicóloga Liliana Pualuan y los Drs. Mario y Luis Gomberoff.

Posteriormente se han seguido formando nuevos psicoanalistas en esta especialidad.[/vc_column_text][/vc_tta_section][vc_tta_section title=”Teoría” tab_id=”1539268940246-df5d49be-472f”][vc_column_text]En el último tiempo, ha habido un creciente progreso del conocimiento sobre el desarrollo del aparato mental. Este, que está presente desde el nacimiento, completa su evolución en la adolescencia. El ser humano nace en una situación de gran desvalimiento. El estrecho vínculo mental del bebé con la madre le permite el desarrollo de su mente. Ella puede contener las emociones intensas y extremas de este, mitigarlas y darles un sentido, gracias a la función de reverie, descrita por Bion. En los últimos meses del embarazo la madre experimenta un cambio psicológico, que le permite adecuarse a las necesidades del bebé, y contribuir a un adecuado desarrollo emocional de éste. A estos procesos, Winnicott les ha dado el nombre de “preocupación maternal primaria”. Las vivencias del bebé en su relación con la madre son introyectadas y hechas propias. Estas identificaciones, constituyen los objetos internos, que van configurando su aparato mental. También otras relaciones van tomando importancia para el niño, en primer lugar, el padre, las relaciones fraternas, luego las relaciones con otras personas con las que interactúa en el mundo externo al hogar.

Los niños tienen un complejo proceso de desarrollo mental, de modo de manejar la impulsividad agresiva y sexual. En las sucesivas fases de su desarrollo, la naturaleza de las expresiones instintivas del niño y la capacidad de su yo y superyo de demorar o modificar sus descargas, determinan la estructura de la personalidad.

Hay diferencias individuales en diversos aspectos, tanto constitucionales, como adquiridos, por lo que los niños manifiestan amplias diferencias en el grado de desarrollo de su aparato mental. La interacción con la madre, y con el padre son los factores fundamentales, luego influye su medio social: las relaciones en el medio escolar y posteriormente universitario. Las características del super-yo se estructuran por factores constitucionales, como la intensidad de la impulsividad, la capacidad de tolerar frustraciones y otros, y por factores adquiridos, que se relacionan con los valores, las normas y las actitudes de los padres. Se puede dar toda una gama de posibilidades. A medida que el niño se va desarrollando entra en contacto con un mayor número de personas que influyen en modular su equilibrio emocional. La escuela, con sus relaciones de compañeros y profesores es de gran importancia en la niñez temprana y tardía (6-12 años). Así también las actividades sociales, culturales y deportivas en que el niño puede participar.

El transitar por la adolescencia significa una regresión, con un retorno a funcionamientos más tempranos que se reviven en el inicio de ésta; hay un alejamiento de los objetos paternos introyectados con un consiguiente debilitamiento del super-yo. Esto permite un posterior rearmado, con nuevos objetos introyectados más acordes con la realidad. La adolescencia presenta así una oportunidad de mejoría natural gracias al proceso del desarmado y rearmado de la mente. Sin embargo, el sustrato básico está ya estructurado, el nivel de organización de la personalidad potencial del niño se determina durante las primeras fases del desarrollo.
[/vc_column_text][/vc_tta_section][vc_tta_section title=”Psicopatología” tab_id=”1539269019010-2695a287-5819″][vc_column_text]Podemos clasificar la patología mental infantil según el grado de estructuración mental que presente el trastorno.   Los niños pueden presentar síntomas debido a cambios evolutivos (ansiedad ante extraños, a los 8 meses, ansiedad en la adolescencia) o a situaciones de estrés, como separaciones de los padres, hospitalizaciones, muerte de un familiar, etc. Estos síntomas son considerados respuestas sanas. Si estos síntomas son muy intensos o duraderos se consideran como un trastorno reactivo. En ellos siempre hay una causa externa determinante. Un grado mayor de estructuración supone un conflicto interno, entre instancias del aparato psíquico como causa de los síntomas y no un conflicto con la realidad externa. Se habla en estos casos de un trastorno neurótico. Se pueden presentar desde la edad preescolar, apareciendo más claramente estructurado a partir de la etapa de latencia, en la edad escolar. Otra forma de estructuración es el trastorno de personalidad neurótico que corresponde a un cuadro en que un conflicto interno se expresa a través de rasgos de personalidad, como orden o limpieza excesiva, y no con síntomas. Cuando el aparato mental no ha logrado configurar un yo fuerte, que distinga bien realidad de fantasía, y un superyo que ponga límites, se presentan los cuadros de personalidad limítrofe, que se caracterizan por niveles altos de angustia y actuaciones. Se pueden ver en los niños desde la edad preescolar. Los cuadros psicosomáticos corresponden a la expresión corporal de un conflicto psíquico, los que se pueden presentar a cualquiera edad. Un tipo de trastorno psicofisiológico funcional, sin daño tisular, es frecuente en los primeros años de vida, como vómitos, cólicos, trastornos el sueño. A partir de la edad escolar se pueden dar los cuadros psicosomáticos propiamente tales, que incluye daño tisular. Estos trastornos indican una dificultad en la mentalización de los conflictos de modo que ellos se expresan a través del cuerpo. Son difíciles de diagnosticar como un trastorno mental, lo que dificulta que entren en terapia.

Los cuadros psicóticos de los niños, que tienen un fuerte componente genético, se manifiestan al comienzo de la vida. También en la adolescencia, debido a la fragilidad por los importantes cambios mentales internos, pueden presentarse psicosis.

Esta forma de ordenar la psicopatología es un aporte que puede hacer el psicoanálisis a la psiquiatría de niños, cuyas clasificaciones nosológicas son todavía insuficientes. Esta visión nos permite hacer un diagnóstico dinámico, estructural y genético.[/vc_column_text][/vc_tta_section][vc_tta_section title=”Técnica Terapeútica” tab_id=”1539269104031-da8ba1bd-1ebd”][vc_column_text]La técnica terapéutica debe adecuarse a las características de cada edad. Con los niños, previo a los dos años se hace terapia vincular dirigida a la madre y al bebé en conjunto. Desde los dos años hasta alrededor de los doce años, se aplica la técnica de juego. La asociación libre del adulto es reemplazada por el juego. El niño usa un set de juguetes y materiales de escritorio que se le ofrece para jugar espontáneamente. De esta forma podemos conocer su fantasía inconsciente. El juego se ha considerado como una actividad de la mente, semejante a los sueños, y que es posible de interpretar. Para logar una evolución positiva, en muchos casos, es importante agregar el trabajo psicoterapéutico con los padres. [/vc_column_text][/vc_tta_section][vc_tta_section title=”Formación” tab_id=”1539269139086-ee37c073-67ce”][vc_column_text]El Comité de Analistas de Niños y Adolescentes, perteneciente al Consejo del Instituto, está a cargo de la formación de analistas infanto-juveniles. En nuestra asociación, se requiere ser analista de adultos, para formarse como analista en esta especialidad.

Este grupo de analistas especializados promueve reuniones de formación continua, discutiendo especialmente sobre casos clínicos. La reflexión en grupo sobre teoría y clínica permite avanzar e investigar en este campo.

Analistas de niños han iniciado la práctica de la Observación de Bebés, Bick, desde hace alrededor de 20 años. Esta experiencia se considera como requisito en la formación de los analistas.
[/vc_column_text][/vc_tta_section][/vc_tta_accordion][/vc_column][/vc_row]